En Ecuador, según la Cámara de la Pequeña y Mediana Industria de Pichincha (Capeipi), el sector textil emplea a 158.000 personas de las cuales el 80% son mujeres, y en su mayoría, cabezas de hogar. Sin embargo, este sector hecho en gran parte por y para mujeres, cayó en un 11,3% en 2020, pero se espera ver un repunte de al menos un 4,7 % en este 2021.
Pero para este despunte, se necesita continuar con estrategias innovadoras que permitan brindar al consumidor una experiencia única. El potencial de las mujeres ecuatorianas es uno de los mejores referentes para contribuir con el desarrollo del país, sobre todo en lo económico, donde el 48% de los propietarios de negocios en el área del comercio textil y de moda son de sexo femenino, según las proyecciones del INEC en el 2020.
En este contexto encontramos empresas como Salomé, marca ecuatoriana de ropa interior femenina de alto nivel que opera desde hace más de 15 años en el país. La marca, ha creado un movimiento que ayuda a empoderar a las mujeres en muchos ámbitos, pero sobre todo desde el desarrollo de prendas que las ayudan a sentirse seguras. El 85% de sus colaboradores son mujeres entre 20 a 55 años, muchas de ellas en altos cargos.
“La pandemia ha hecho que muchas mujeres resurjan e inicien sus emprendimientos, y con esta nueva realidad vemos posible la creación de un movimiento de empoderamiento femenino a través de moda sostenible, diseñando prendas para cada tipo de mujer que, a más de brindar confort, crean seguridad y tienen una historia por contar porque ya no es suficiente con que una prenda sea hermosa, es importante que el consumidor sepa quién la hizo, cómo la hizo y por qué la hizo”, comenta Salomé Rodríguez, quien a su corta edad de 20 años se posiciona como la futura CEO de la marca. Sin duda, el terreno que ha ganado en la industria textil, no solo se debe al toque femenino, pues va más allá de su ingenio e inteligencia por crear productos o ideas icónicas que dejan huella en el consumidor.
La moda seguirá evolucionando con los cambios constantes que se presentan. La forma de vestir se ha convertido en una representación de nuestro estado de ánimo e ideología, dejando a un lado la idea de algo superficial y proyectándolo como un canal de expresión silencioso que destaca, libera y representa la personalidad de cada uno.
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